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En busca de la excelencia: productividad y rendimiento

Por Joan Pons, Fundador y CEO de WorkMeter

¿Qué es necesario para que una organización alcance la excelencia? Esta es la pregunta del millón de dólares puesto que, de conocer la respuesta, el negocio se asegura el éxito rotundoExcelencia y productividad van de la mano. Mejorando la productividad alcanzaremos el ansiado triunfo.

Es un hecho que todas las empresas de hoy en día quieren y deben ser competitivas. El mercado está cambiando, el mundo está cambiado y las organizaciones deben saber adaptarse a los cambios. Es necesario un cambio de mentalidad empresarial. Un cambio que pasa por alejarse de la visión más cortoplacista y empezar a mirar al futuro.

En WorkMeterproponemos este cambio de modelo donde la misión y visión de la empresa se comparta con el resto de personas. Donde una gestión por objetivos prime por encima de presentismos y modelos laborales anclados en el pasado. Donde una cultura basada en la corresponsabilidad y mejora continua sea el eje central sobre el que gire toda la organización. Sólo así alcanzaremos la excelencia empresarial. Si diriges o gestionas personas y tu voluntad es mostrarte competitivo, adaptarte al mundo actual y a la tecnología, tienes que entrar sí o sí en un modelo basado en dirección por objetivos.

Otro aspecto importante para lograr este estado de excelencia es involucrar a los mandos intermedios y managers con la dirección. Compartir la misión y la visión. Intentar que empleados, managers y dirección general se muevan a la misma velocidad y hacia un mismo objetivo, y que esa obligación de ser eficientes y productivos se asiente, desde el rigor, en todas las personas de la organización.

Pero promover un cambio de cultura, fomentar la libertad y flexibilidad laboral y establecer un modelo de corresponsabilidad no es fácil si no tienes información de dónde estamos y dónde queremos llegar. Necesitamos KPIs o indicadores que nos proporcionen datos: las métricas. Y las métricas no son percepciones. Dejemos la percepción a un lado a favor de la objetividad. Igual que medimos todo en nuestra vida (peso, altura, distancias etc.) debemos medir cómo trabajamos. Si queremos mejorar, tenemos que medir. Si queremos medir, tenemos que definir qué medimos. Y si queremos que toda la organización mida, es importante que se mida lo que importa, no cualquier cosa. Sólo así podremos mejorarlo e implementar un proceso de excelencia y mejora continua.

No es fácil llegar a este punto y, por eso es importante sentirse acompañado por expertos en el alineamiento de las personas, la cultura y la estrategia de negocio, para mejorar la competitividad de las organizaciones, como el equipo de Augere. Además de concienciarnos nosotros mismos, como directivos, debemos involucrar a todas las personas que forman la empresa. Pensemos que esto no es cosa de unos pocos días. Es un gran cambio y debemos ir poco a poco, pero con la ayuda de managers y empleados nos focalizaremos en un modelo mejora continua basado medible y riguroso. Un modelo donde impera la corresponsabilidad. Donde la flexibilidad se produce de manera natural  y donde las métricas se usan para pilotar la organización.

 

Entrevista a Joan Pons, fundador y CEO de WorkMeter

“Debemos ser conscientes de cómo invertimos nuestro tiempo para ser más productivos”

Joan Pons es el fundador y consejero delegado de WorkMeter, una solución tecnológica que ayuda a las personas que forman parte de una organización a mejorar su rendimiento y compromiso.

De carácter emprendedor, Joan Pons ha trabajado los últimos 25 años en empresas tecnológicas y de comunicación. Su especialidad son las tecnologías y las soluciones que ayudan a las organizaciones y a las personas a crecer y mejorar a la vez que facilitarles el día a día.

1.- El producto estrella de WorkMeter es una plataforma que administra y mejora la productividad del empleado a través de estadísticas objetivas y automáticas. ¿Cómo funciona esta plataforma?
WorkMeter registra las dedicaciones a las actividades que se definen como trabajo (correo, contabilidad, office, etc.), y hace conscientes a las personas de cómo invierten su tiempo. El impacto es altísimo, pues en cuanto somos conscientes de los tiempos que dedicamos, por ejemplo, a reuniones y correo, empezamos a limitarlo. Además los responsables de área pueden tomar decisiones mucho más objetivas, tener más éxito con sus iniciativas, y gestionar de forma mucho más eficiente sus recursos. Sólo se puede mejorar aquello que se puede medir, y WorkMeter habilita la mejora continua, tanto de las personas con individuos como de las organizaciones.

2.- ¿La clave de la mejora de la productividad es dar mayor libertad y flexibilidad a los empleados?
Sí, pero con unas métricas de desempeño que fomenten la confianza entre el empleador y el empleado. Datos objetivos que le permitan al empleado demostrar su esfuerzo aunque esté trabajando en remoto o con horario flexible, y que le den confort al empresario. Datos respetuosos pero rigurosos. La flexibilidad está ya implementada en nuestras organizaciones, y el reto es adaptarse de una forma coherente y lógica.

3.- Se dice que las empresas españolas son de las menos productivas de Europa. ¿A qué crees que es debido y qué soluciones aportarías?
Como he comentado en el punto anterior, creo que en España sufrimos un gran problema de confianza, que desemboca en una cultura del “presentismo”. Los empleados se quedan hasta tarde para tratar de parecer que trabajan más. Y los jefes quieren que sus empleados se queden hasta tarde para que trabajen más. Y la realidad, medida con datos de los que ya disponemos de cientos de empresas, es que nadie trabaja más de 8 horas. Es más, estadísticamente está demostrado que dormimos 30 minutos menos que la media europea, y esto tiene que negativamente afectar si o si a la productividad.

4.- La procrastinación, es decir, dejar las cosas para mañana, parece ser un fenómeno habitual en muchas organizaciones. ¿Qué se puede hacer para hacerle frente?
Implantar una dirección por objetivos, y fomentar los hábitos saludables. Parece una tontería, pero hay muchas empresas donde el ambiente está enrarecido, reina una actitud defensiva y de apariencias, y no hay equipo ni objetivos. Las personas necesitamos objetivos y motivación, y hay que trabajar las dos cosas.

5.- ¿Cómo se puede crear un sentido de la corresponsabilidad en las compañías?
Como decía, implantando una dirección por objetivos, y compartiendo los resultados. Compartiendo las métricas. Y haciendo partícipe a cada individuo de cómo su trabajo aporta un granito de arena a la consecución de los objetivos generales de la organización.

6.- Tu trayectoria profesional está marcada por la emprendeduría. ¿Cuáles crees que son las claves del éxito de un proyecto emprendedor?
Es una pregunta trampa, pues no hay una fórmula mágica. Lo que a mí me ha funcionado es la pasión, ilusión, perseverancia, paciencia, y mente abierta. Y sobre todo, la convicción de que estoy ayudando a los demás a funcionar mejor.

7.- ¿Qué es lo que un emprendedor debe evitar a toda costa?
Ver su negocio como un empleo para si mismo. Es una tendencia natural que tenemos todos los artesanos que nos convertimos en empresarios. Vemos nuestro proyecto empresarial como una extensión de nuestras propias capacidades, como una forma de maximizar lo que sabemos hacer, y no como una empresa que tiene que ganar dinero. De una habilidad tenemos que pasar a un producto, luego a un modelo de negocio y luego a una empresa, y al principio el emprendedor es clave, pero si quiere crecer tiene que tener la visión de algo que funcione sin él.

8.- ¿Qué le falta a España para ser un país de emprendedores?
España es un país de emprendedores, pero falta soporte por parte de las instituciones. Los emprendedores no sólo sufrimos la escasez de ayudas, sino que además sufrimos la presión fiscal y laboral de un país que está a la cola en regulación de este tipo.

10 años de experiencia en finanzas corporativas y banca de inversión. Reflexiones de una economista

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Hablar de un nuevo paradigma laboral parece muy lejano para aquellos de nosotros que hemos experimentado o estamos inmersos en una cultura empresarial que poco ha evolucionado en los últimos años. Lamentablemente, en muchos entornos profesionales, todavía se valora la presencia sobre la productividad, los “politiqueos” de pasillo sobre la excelencia, y la estabilidad y el mantenimiento del “status quo” sobre las nuevas ideas. Muchas de nuestras empresas son todavía estructuras jerárquicas gestionadas en base a silos de poder y de información, en total contraste con una sociedad cada vez más abierta y flexible. Este tipo de organización redunda en empleados desmotivados e insatisfechos, y lo que es peor, en la pérdida de creatividad y de productividad del tejido empresarial y por tanto de nuestra sociedad en conjunto.

Una organización laboral más humana no sólo es posible, sino que es altamente necesaria en un entorno como el actual. No se trata de buscar culpables, sino de que cada uno de nosotros tomemos nuestra responsabilidad en cambiar las cosas. Aunque obvio, cabe recordar que las empresas están formadas por personas. Por tanto, sus patrones de comportamiento como instituciones vienen de las creencias y actitudes de aquellos que las integran, desde la cúpula de dirección hasta el último becario. Se me ocurren varios ejemplos de creencias que merecería la pena explorar y ver desde otra perspectiva.

  • El fin de la empresa es hacer dinero, no cuidar a sus empleados. Está claro que la empresa necesita conseguir un beneficio para asegurar su supervivencia. Lo que tiende a olvidarse es que su personal es uno de sus activos más importantes. Me resulta difícil de creer que una empresa capaz de despertar la creatividad y la pasión de sus trabajadores no pueda ofrecer productos y servicios de mayor excelencia a sus clientes.
  • Existe un conflicto entre los intereses del trabajador y el beneficio del accionista. Esta es la perspectiva tradicional no sólo del mercado, como bien aprendí en mis años de analista bursátil, sino también de los sindicatos. Unos y otros andan enzarzados en una trasnochada lucha de clases, cuando lo que hace falta es unirse, dialogar y trabajar por los intereses comunes. Fácil de describir, mucho más difícil en la práctica sin un cambio radical de perspectivas.
  • Hay que controlar al trabajador para que desarrolle sus funciones. Esta creencia viene posiblemente de la organización paternalista del pasado, cuando el empleado vendía su obediencia a la empresa a cambio de la estabilidad y la seguridad de un trabajo de por vida. Esto ya no funciona en un entorno de constante cambio, donde profesionales cada vez más formados (e informados) quieren ser responsables de su vida. Como muchos hemos experimentado, cuando confían en nosotros es cuando nos identificamos e implicamos en el proyecto y somos capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos.
  • Hay crisis y desempleo, poco se puede hacer para cambiar la situación. Es cierto quela situación económica es difícil, pero también es cierto que aún hay oportunidades. Como profesionales y ciudadanos, no podemos utilizar la crisis como la excusa para mantenernos anclados en nuestra zona de confort, en el “más vale lo malo conocido”. Es nuestra responsabilidad el invertir en nuestro crecimiento y nada puede impedirnos el soñar en acercarnos a nuestro trabajo u ocupación ideal. Con la debida cautela, aún podemos ser valientes y arriesgarnos.

En resumen, necesitamos una empresa que vea a los empleados como personas humanas, no como recursos. En una organización así, cabrían estructuras más planas, mayor difusión de la información, una comunicación más abierta, y mayor flexibilidad y conciliación laboral (España está por detrás de la mayor parte de países desarrollados en cuanto a flexibilidad de horarios y teletrabajo, yo misma puedo dar fe de ello). Para que ello se produzca, necesitamos trabajadores responsables, más seguros de sí mismos y con un poco menos de aversión al riesgo, dispuestos a soñar y a creer que es posible un trabajo que les apasione y dé sentido, no sólo un sueldo a fin de mes.

Una crisis es ante todo una oportunidad de cambio y de mejora. No es en el boom, sino en los momentos complicados donde se diferencia la excelencia de la mediocridad. Similar a lo que ocurre a nivel individual, evolucionar a nivel de sociedad requiere un cambio de consciencia por parte de nuestras instituciones, en este caso la empresa. Ello no será posible sin que cada uno de nosotros tomemos nuestra responsabilidad en esa transformación. No se trata de buscar culpables, sino de contribuir, y como decía Gandhi, de “ser el cambio que queremos ver en el mundo”.