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¿Deseas generar más impacto? Lidera sin máscaras

ATREVETE A SER EL TIGRE QUE LLEVAS DENTRO
Por Jimena Romero/ Leadership Coach

Vivimos en una sociedad con tantas normas, juicios y creencias que vamos por la vida utilizando las caretas que más nos “sirven” para sentirnos aceptados, valorados o seguros. No nos damos cuenta del precio que terminamos pagando al negar nuestra esencia, nuestro ser más genuino. Ni tampoco somos conscientes de lo maravilloso que podemos crear, del impacto que podemos generar cuando simplemente nos permitimos ser nosotros mismos.

“La mentira más común es la que nos contamos a nosotros mismos”. (Friedrich Nietzsche)

A medida que vamos creciendo vamos creando nuestro propio personaje,  creyendo que es el que le agradará a los demás, el que nos hará triunfar en el trabajo, el que será amado, respetado. Lo vamos construyendo con pequeñas experiencias que nos van reafirmando en la vida que ciertos aspectos del personaje funcionan mejor que otros. No tomamos consciencia que este personaje nos termina consumiendo. Nos condenamos y encerramos en nuestra propia cárcel desconectando cada vez más de quién verdaderamente somos.

No nos damos cuenta de la energía que consumimos en sostener algo que no somos, cuando podríamos simplemente ocupar esa energía en potenciar lo que nos es nuestro, único y genuino.

Cuando lideramos desde la autenticidad, desde lo natural, liberamos energía creativa, espontánea,  generando un impacto atractivo y potente sobre los demás.  Y a su vez invitamos a los demás a permitirse ser auténticos.

Comparto este cuento zen deseando que te des permiso de mirarte con otros ojos en el espejo.

Era una tigresa que estaba en muy avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de abalanzarse contra los rebaños de ovejas. Pero en una de esas ocasiones alumbró un precioso cachorro y no logró sobrevivir al parto.

El cachorrito fue recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar. Su balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las otras, su temperamento era como el de las demás y sus compañeras y compañeros estaban muy satisfechos con la oveja-tigre. Y así fue discurriendo el tiempo. La oveja-tigre era mansa y delicada.

Una mañana clara y soleada, la oveja-tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja-tigre, extasiada en el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó la cabeza y vio al animal, exhaló un grito de terror. Comenzó a balar desesperadamente.

– Cálmate, muchachito – le apaciguó el tigre.
– No voy a hacerte nada.
– Al fin y al cabo somos de la misma familia
– ¿De las misma familia? – replicó sorprendido el cachorro.
– Yo no soy de tu familia, ¿Qué dices?
– Soy una oveja.
– Anda, acompáñame – dijo el tigre.

El tigre-oveja le siguió. Llegaron a un lago de aguas maravillosamente tranquilas y despejadas.

– Mírate en las aguas del lago – dijo el tigre al cachorro.

El tigre-oveja se miró en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus hermanas las ovejas.

– Mírame a mí.
– Mírate a ti y mírame a mí.
– Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales?
– Tú no eres una oveja, sino un tigre.

El tigre-oveja se puso a balar.

– No bales – le reprendió el tigre, y a continuación le ordenó ruge.

Pero el tigre-oveja siguió balando y en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que no era una oveja, siguió pastando. Pero unos días después el tigre le trajo un trozo de carne cruda y le invitó a que lo comiera. En el mismo momento en que el tigre-oveja probó la carne cruda, tuvo consciencia de su verdadera identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida propia de un tigre.

Cuando te miras en el espejo, ¿qué ves?

¿Qué necesitas aceptar para dar libertad a la expresión más auténtica de ti mismo?

Te mentiría si te dijera que es un camino fácil,  pero vale la pena intentarlo.

ATREVETE A SER EL TIGRE QUE LLEVAS DENTRO

 

Acerca del liderazgo: El modelo de liderazgo

Por Luis Ezcurra, Executive Coach y Partner de Augere

La lista de atributos que debe reunir un líder es muy larga: un líder debe ser capaz de articular la visión y transmitirla eficazmente para que ilusione, ó mejor dicho, capture, a los seguidores. Debe mostrar confianza y, a su vez, confiar en los que le siguen. Tendrá ó estimulará la creatividad, motivará, dará ilusión, tendrá carácter… En definitiva, podemos reunir unos cuarenta atributos que parecen necesarios para poder proclamar a alguien como líder. Pero ya hemos dicho que todo eso, está dentro de cualquiera y la cuestión del liderazgo está más en aflorarlo; en hacer que se desarrolle de forma natural y sea percibido así por los demás.

Lo más importante del liderazgo es adaptarlo al contexto en el que se debe desplegar y éste está marcado por un destino. Se lidera hacia una visión por lo que el liderazgo tendrá que ejercerse en el proceso transformacional que va desde el presente actual hasta alcanzar la visión abrazada por todos. Este punto es muy importante: el líder articula la visión, pero desde el momento que hay otros que le siguen, la visión es común y también lo es la tarea de llegar hasta ella.

Para llegar desde el presente a un destino concreto dentro de un contexto determinado harán falta capacidades específicas: será necesario desarrollar los atributos que contribuyan a la transformación que se produce por el camino desde el ahora hasta el mañana. Hay líderes especialmente capacitados para poner en marcha nuevos proyectos; ven con claridad lo que ha hay que hacer y no se detienen ante ningún obstáculo. Sin embargo, otros son capaces de hacer que un proyecto creado por otro se convierta en una empresa sólida.

El proceso de transformación se puede ver como un viaje que tiene un origen determinado y un destino pretendido. En el viaje se producirán acontecimientos que afectarán a la ruta, a la velocidad y a la energía con la que el equipo se mueve. La vida de una empresa se puede contemplar como multitud de pequeños viajes que, sumados, contribuyen a que todo el conjunto avance en una dirección concreta, o mejor aún, hacia un destino común. Es imprescindible disponer de un modelo de liderazgo que permita identificar si se despliegan en estos procesos los atributos que hacen falta para alcanzar la meta común de forma eficiente.

Un modelo de liderazgo deberá identificar unos pocos atributos (entre cuatro y seis) que son los que habrán de desplegarse en todas las escalas de la organización. Serán atributos susceptibles de ser medidos de una u otra manera y para los que la organización deberá contar con medios adecuados para su desarrollo. La formación es, por supuesto, una herramienta importante, pero actúa sobre el ámbito del conocimiento de las personas y no garantiza que la materia se aplique. Por tanto, contar con cursos que faciliten el conocimiento de los atributos del modelo de liderazgo no será suficiente para asegurar su desarrollo.

El coaching es la herramienta que permite identificar cuales son las fuerzas que empujan a los líderes hacia la consecución de sus metas y cuales son las que les pueden frenar. Trabajando sobre su resultante, se podrá asegurar que la formación se convierte en transformación, necesaria para desarrollar las capacidades y emplearlas de forma consciente para contribuir con los logros de las metas parciales que, juntas, configuran el viaje hacia el destino.

 

Acerca del liderazgo: ¿Fortalezas ó debilidades?

Por Luis Ezcurra, Executive Coach y Partner de Augere

Un buen líder ha articulado la visión transformadora y la ha presentado a sus seguidores como una meta que todos juntos deben alcanzar. También conoce cual es el estado de recursos disponibles. Igual que los grandes entrenadores de fútbol o de baloncesto, conoce muy bien cuáles son las capacidades que tienen sus jugadores y cuáles de ellas son las que necesita desarrollar para alcanzar la meta prevista. Hablo de los jugadores como entidades individuales. Además, el equipo en su conjunto contará con una serie de capacidades que son propias de ese grupo de personas trabajando en colaboración.

Un entrenador sabe bien que debe potenciar las fortalezas de cada uno de sus deportistas. Trabajará las debilidades desde la perspectiva de su gestión: las conocerá  y sabrá qué hacer con ellas, pero no centrará su esfuerzo en combatirlas. ¿Imaginas a un entrenador de fútbol intentando mejorar la resistencia en carrera o el fondo del portero? Probablemente sea una pérdida de tiempo. Igualmente, un líder debe buscar los elementos distintivos de los componentes de su equipo y reforzarlos de manera que se complementen y combinen entre sí.

Por eso es muy importante que cada uno conozca a fondo cuales son sus fortalezas y sus debilidades. Por cierto, si hacemos caso a Marcus Buckingham, fortalezas no son las cosas que hacemos bien, sino las que nos hacen fuertes, las que nos dan energía y debilidades son las que nos debilitan, las que nos quitan la energía. Cada miembro del equipo debería hacer un inventario exhaustivo de sus fortalezas  y sus debilidades. Debe conocer a fondo sus fortalezas para poder desarrollarlas más todavía y sus debilidades para gestionarlas. Con ellas puede hacer cuatro cosas: nada, transferírselas a alguien para quien no sea una debilidad, mejorarlas hasta alcanzar un mínimo aceptable ó gestionarlas desde una fortaleza. Volveremos sobre ello.

Pero es igualmente importante que el grupo, con su líder al frente, determine claramente cuáles son las fortalezas y debilidades del grupo como ente independiente puesto que este bagaje será transcendental para el proceso de transformación que requiere alcanzar la meta establecida.

Esta tarea es muy difícil desarrollarla sin la ayuda de un buen coach. El ejercicio de identificación de fortalezas y debilidades parece trivial, pero requiere disciplina. Cuando ya se han elegido las tres ó cuatro más significativas, queda transformarlas en un formato que permita contar una historia. Si el modelo de liderazgo se basa en captar seguidores hacia una meta a través de conversaciones, convertir una fortaleza en una historia es una forma muy poderosa de enganchar adeptos en las conversaciones. No es lo mismo decir: “Mi equipo que se adapta bien al cambio” a contar “Mi equipo vive el cambio como el estado natural en el que se desenvuelve. Tanto es así, que se encuentra confortable en mitad de la transformación y suele estimular ésta desde dentro fomentando la innovación y persiguiendo nuevas formas de ver las cosas” No hace falta un experto en comunicación para contarlo así, sino un coach que identifique los sueños y los valores que se ponen en juego en el contexto transformador y los convierta en plataformas sobre las que se asientan los poderes del grupo.

Así el coach ayudará al líder a conocer a fondo la potencia de los recursos que tiene y como utilizarla para superar los obstáculos que se interpongan en su camino hacia la meta.

 

¿Cómo se ejerce el liderazgo?

Por Luis Ezcurra, Executive Coach y Partner de Augere

El liderazgo va muy unido a la transformación. El líder es capaz de articular una visión muy clara y atractiva de hacia dónde ha de caminar él con sus seguidores. La visión ó la meta son muy diferentes de cómo es la situación ahora. De ahí que el líder ejerce su influencia en medio de la transformación. No siempre es el líder quien crea la visión. A veces se trata de la meta de otro y con mucha frecuencia es la visión que crea el conjunto del grupo que es liderado. Pero lo que sí es una misión exclusiva del líder es articular dicha visión de manera que atraiga a los seguidores.

En esta faceta de articular la visión, las tareas de un líder y de un coach son muy similares pues ayudan a descubrir cual es la meta hacia la que caminan. El coach y el coachee hacen común el objetivo que va a alcanzar el segundo. Los dos lo comparten, pero será misión del coachee, y por tanto todo su mérito, conseguirlo. De igual forma, el líder articula la visión y la dibuja de forma que arrastre hacia ella a sus seguidores, pero es responsabilidad de todos alcanzarla. Igual que un coach cree fielmente que su cliente es, por naturaleza, una persona completa y llena de recursos, el líder tiene fe inalterable a que sus seguidores podrán desarrollar los recursos necesarios para alcanzar la meta que recoge su visión.

Una vez definido el objetivo, el coach ayuda a su cliente a identificar cuál es su grado de satisfacción con la situación actual. De igual forma, el líder reconoce cuales son los recursos y capacidades con las que cuenta su equipo de seguidores y cuáles son las que ha de desarrollar para llegar a la meta. La base del liderazgo es identificar cuales son las capacidades con las que cuenta el equipo y desplegar los mecanismos adecuados para desarrollarlas.

Llegados a este punto hay que tratar un tema vital en el ejercicio del liderazgo: el liderazgo no es una característica transitiva. No se otorga, ni se adjudica dentro de un marco jerárquico. Y, desde luego, no se puede constituir alguien en líder sólo porque él o ella lo quiera. El liderazgo se reconoce y se acepta mutuamente: el grupo/equipo reconoce al líder y éste acepta su papel y el líder reconoce a sus seguidores y éstos le aceptan como líder. Este proceso de reconocimiento-aceptación recíprocos se produce en el contexto de un triángulo formado por el grupo, la visión y el líder. Es este triángulo el que genera la fuerza que da lugar al liderazgo porque el grupo “compra” la visión pero sólo a través de su líder y el líder articula la visión pero para ese grupo. Se establece así un campo de fuerzas que da lugar al fenómeno del liderazgo.

¿Supone esto que sin visión no hay liderazgo? . Así es: el líder sólo existe porque hay seguidores y los seguidores le siguen hacia una meta determinada. Sólo así se produce la “alquimia” que transmuta la situación actual en el oro que deslumbra de la visión. Cuando el grupo se queda sin visión, el seguimiento al líder se convierte en un vínculo personal que deriva en una relación buena pero improductiva. Lo que ocurre es que los líderes de verdad saben apreciar cuando es necesario articular una visión nueva, una meta renovadora. El líder, entonces, recurre a su capacidad para gestionar las conversaciones y captar la energía de nuevo de sus seguidores.

El líder es plenamente consciente de que sólo la suma de la energía de todos los miembros del equipo es lo que les acercará a la visión que todos abrazan.

 

¿Qué es el liderazgo?

Por Luis Ezcurra, Executive Coach y Partner de Augere

Con los años, además de interesarme por el liderazgo desde un punto de vista experimental, he intentado recopilar mucha información con la idea de crear un “cuerpo de doctrina” con el que poder enseñar a su vez a los demás las ventajas del liderazgo y como se experimenta su ejercicio. En este proceso, he recopilado muchas definiciones diferentes porque siempre me ha parecido que lo más académico era comenzar con una definición acertada del término que me pudiera servir como referencia durante todo el aprendizaje posterior.

Esto me ha producido una necesidad un poco neurótica de analizar el trabajo de los especialistas bajo el prisma de la propia definición del término que ellos emplean. Es algo injusto, pero me permite clasificar los trabajos en dos grandes grupos: los que van a la esencia y los que se enfocan en el contenido. Pero dejo este asunto para otra ocasión. De las definiciones que he encontrado, algunas son un poco largas como la de John Kotter: el liderazgo es “un proceso de movilización de un grupo de gente en una dirección que genuinamente satisface los intereses reales a largo plazo de todo un colectivo” y otras, tajantemente cortas como la de John Maxwell: “El liderazgo es influencia. Ni más, ni menos.”

Después de darle muchas vueltas, me he quedado con la que aporta la Real Academia Española de la Lengua en la 22ª edición (2001) del Diccionario de la Lengua Española, que define al líder como: “Persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora.” Es tan sencilla que no tiene mucho que discutir.

Desde luego, esa condición del líder de atraer seguidores es la clave del concepto y determina por tanto muchos aspectos que habrá que desarrollar a partir de aquí. La cuestión es que el liderazgo no es un término teórico sino una experiencia. El liderazgo se vive, se experimenta. Uno no puede entrar en Google o Wikipedia, bajarse todo lo que encuentre que tenga que ver con el liderazgo y ¡zas! aprende a ser líder. No. Tiene que vivirlo, que desarrollarlo desde su propia experiencia vital.

Por eso parece tan difícil conseguir que la definición se cumpla. ¿Cómo hago que los demás me sigan? La clave está en que se trata de un proceso “social”. Es decir, se basa en la interacción de las personas entre sí. Hay conversaciones y en esas conversaciones el líder consigue captar la energía de los seguidores hacia una meta o una visión. Las conversaciones pueden ser reales (una persona hablando con otra) o virtuales (una persona habla a un grupo, a una masa, a un colectivo) y en el segundo caso es imprescindible que se produzca una conexión emocional entre el mensaje que transmite el líder y la capacidad de aceptarlo del seguidor. Este mecanismo es esencial y sin él no hay liderazgo. Si el líder y sus seguidores no se conectan personalmente, no se dará la magia.

Esta conexión establece un espacio intelectual seguro alrededor del líder y los seguidores se sienten confortables moviéndose en ese espacio hacia la visión o la meta que el líder ha articulado para todos. Por eso, la experiencia del liderazgo debe ser auténtica y consciente. Cualquier atisbo de manipulación destruye el espacio común y deja de arrastrar a los seguidores desde sus emociones para hacerlo desde sus intereses.

 

¿El líder nace o se hace?

Por Luis Ezcurra, Executive Coach y Partner de Augere

A todos mis alumnos del Programa de eLiderazgo les hago la pregunta cuando estamos a punto de definir qué es el liderazgo y siempre obtengo una clara división entre los que dicen que se nace y los que dice que se hace. Pero también suele haber alguien que opina que las dos cosas son ciertas. En ese momento saco una bellota que llevo en el bolsillo y les pregunto ¿Qué es esto? Normalmente aciertan, claro, y les sorprende oír que suelto un ¡NOOO! muy fuerte. “Es algo más” – les digo – “esto es una preciosa encina, con sus ramas, sus raíces, su tronco fuerte y sus hojas verdes. Todo está ya aquí dentro, sólo hay que meterla en la tierra, regarla y que le dé la luz. Es decir: ¡sólo hace falta que la cultivemos!”

Preferimos pensar que el líder se hace porque si no, sería como el arte o como un don, que se tiene o no se tiene y nos parece que si descubrimos que no tenemos ese don, ya no tenemos nada que hacer en el mundo del liderazgo. También es cierto que no es necesario ser un líder para tener éxito en la vida. A veces hacen falta líderes para conducir a los demás a través de grandes (o pequeñas) transformaciones, pero también hace falta gente que gestione los procesos con precisión y meticulosidad. Cada vez más se asume que al lado de un buen líder hace falta un buen gestor.

Es verdad que hay que nacer líder, pero la buena noticia es que todos tenemos muchos de los atributos necesarios para convertirnos en líderes. Sólo hace falta desarrollarlos. Theodore Roosevelt era un gran aficionado al boxeo y decía que los campeones no se forjan en el “ring”, sino en el gimnasio. De igual manera, el liderazgo se puede desarrollar ejercitando los atributos que se necesitan. La lista es larga pero nos podemos consolar pensando que solamente una ínfima proporción de los seres humanos es capaz de ser excelente en todos y cada uno de ellos. Por eso, es suficiente con que encontremos cuál es la combinación que se da en nuestro perfil y nos dediquemos a desarrollarla.

El coaching es para el liderazgo como los esteroides para la musculatura: potencia su desarrollo con el ejercicio habitual. El líder puede obtener de su coach una ayuda esencial para identificar cual es la meta, la visión trasformadora que ha de articular para que sus seguidores la persigan. También le ayudará a determinar el estado actual de sus recursos y los caminos que puede seguir en su viaje hacia la visión. Juntos podrán comprender cuales son las fuerzas que le empujan hacia ella y las que le retienen, para diseñar el plan de acción y cerrar un compromiso.

El coach puede trabajar con el líder de forma muy parecida a como lo hacen los entrenadores personales y le ayudará a diseñar un programa de ejercicios orientado a desarrollar las capacidades que realmente quiere poner en juego en su misión de conducir a los demás. Siempre sobre la base de conocer muy bien cuales son las fortalezas, los valores y los sueños del líder para utilizar esta energía de forma muy eficaz en el proceso de transformación y también los saboteadores, los miedos, las debilidades y creencias que pueden actuar como frenos en su desarrollo. Ambos podrán identificar entonces cuáles son los atributos de liderazgo que resuenan con sus valores y fortalezas y juntos encontrarán la mejor manera de desarrollarlos.

Un liderazgo forjado de esta manera se reconoce como auténtico y atrae a los seguidores hacia la visión generando un clima de seguridad y confianza duraderas.

 

Have YOU Found the Fork in the Road?

By Mike George

In a world of accelerating change it’s no surprise there is also an increase in the number of people feeling stressed.   It goes some way to explain the parallel increase in the number of tools, techniques, books, courses and teachers all focused at helping us to manage and prevent the stresses and strains of modern life.

One increasingly visible offering centres around the idea of creating a more spiritually based life and lifestyle.  However, many have an immediate resistance to such an idea, usually because they don’t really understand precisely what it means.

When some hear the word ‘spiritual’ they immediately associate it with some kind of religious commitment or practice, which is often not a place they want to go.  They have not yet fathomed the difference between spirituality and religion.  Conversely, when others hear the word ‘religion’ it conjures ideas about that mysterious energy of ‘the spirit’ and that’s either just too ‘other worldly’ or completely irrelevant to their life.  Could that be because haven’t yet seen the difference between religion and spirituality? Then there are those who believe spirituality is just another passing fad of the ‘new age’.  While others consider any kind of spiritual or religious exploration is best left until their old age!

In this, the age of abundant information, the theories and beliefs of almost every spiritual path and religious tradition are now available at the touch of a keyboard.  On the one hand this accessibility, known by no other generation, is a huge advantage.  And yet it is also easy to thoroughly confuse ones self by ‘supermarket shopping’ the world wide web for just about every religious and spiritual concept under the sun.  So what exactly is the difference between the two?  How are we to tease them apart so that we may see clearly and decide what is best for us?  Here are a few possible pointers.

Religion, in an organized sense, tends to encourage the individual to attach to and identify with a packaged set of externally prescribed beliefs and rituals.  From a spiritual point of view this is the foundation of an ‘egoic’ state of consciousness and therefore not such a good idea.  Spirituality, on the other hand, tends to encourage a certain detachment from all beliefs and the use of some meditative and reflective practice to realise, reveal and ‘see’ what is true for oneself.  Religion tends to see this as too much freedom and the licence to do anything in the name of spirituality, much of which is considered to be neither religious nor spiritual!  The consequence is often many people running around doing many things in the ‘name of spirituality’ without realising it’s not!

One of the original meanings of religion is to ‘reconnect’, to ‘bind’ together.  Religion however, can tend to connect people to just another institution and the ideas and beliefs found therein.  Whereas spirituality tends to help the individual restore their awareness of their authentic self as opposed to their ‘learned’ sense of self, in order to reconnect with their true nature which is peaceful and loving.

Peace is My Religion

The spiritual practitioner would likely say that when one is ‘being spiritual’ ones true religion is peace itself, not as an idealised mental concept, but as a realised state of being.  And yet many who do walk a spiritual path will say that peace is not possible until all attachments are dropped, most especially attachment to beliefs and belief systems, which tend to be the currency of what we call religion!  This often seems to be why there is often the absence of peace both within religions and between religions.  Religion on the other hand tends to emphasise that there needs to be a foundation of ‘right beliefs’ in daily life in order to ensure decisions and actions are ‘righteous‘ and therefore aligned with what is right, so that we may do the right thing for our self and for others.
The difference between religion and spirituality is obviously not black and white.  It seems useful however, to understand both the differences and the similarities if we are to create an authentic path for our self through this journey we call ‘life’, regardless of whether we may call that path religious or spiritual.   As we do we will likely notice shades of grey, overlapping ideas and areas of utter contrast.

This short ‘exploration’ is essentially a ‘contrast of tendencies’.  ‘Tendency’ here means ‘frequently’ but not in every case.  For example, religion tends to be male dominated and spirituality tends to be a more feminine domain.  This may simply be because religion tends towards ‘imposing’ and ‘forcing’, whereas spirituality tends towards ‘allowing’ and ‘nurturing’.  But in neither case is it absolute.  While many religious approaches tend to make either the male or female superior, an authentic spirituality would probably transcend the issue of gender altogether.  Each of us obviously makes up our mind about the efficacy of each approach.  And yet neither of these approaches is the ‘opposite’ of the other, as it sometimes appears in language. Sometimes the spiritual individual is more religious in their sense of  ‘personal connection’ to ‘the source’ or what they may call ‘the divine’.  Whereas sometimes the religious individual is obviously more spiritual in their ability to bring their inherent goodness, their virtue, through into their daily actions and interactions.

So as we contrast and compare it’s not that one is better than the other though it may seem that one may, at times, be deeper than the other.

Open and Closed

Religion tends towards a closed and structured organisation whereas spirituality tends to emerge organically as a more open and free flowing community.  In a religious organisation there can be the danger that the individual becomes institutionalised which essentially means dependent upon the organisation for comfort, support and, at the deepest level, their self identity.  The spiritual approach tends to encourage a greater sense of non-dependence and a sense of identity that is not invested in anything outside oneself.  Perhaps the sign of a healthy religious/spiritual organisation/community is that when people come they are allowed to take support and what may be a new sense of identity, but as they learn and ‘unlearn’ they are encouraged to grow out of their need for that support and to rediscover their true identity for themselves.  All at the pace that suits the individual.

Religion tends to emphasise the need for hierarchy and position, sometimes unaware that the traps therein can sabotage the spiritual growth of those who come to occupy those ‘apparent’ positions.  Spirituality tends to encourage a vision of equality ‘even when’ some are obviously a little further along the path in the awakening of their self awareness, perhaps a little deeper in their wisdom and perhaps a little more powerful in their capacity to deal with life around them.

We would tend to ‘join’ a religion, declaring to others our alignment with a fixed set of beliefs as the mark of our ‘membership’.  Whereas the spiritual individual tends to steer clear of joining anything seeing it as a limitation or block to their inner spiritual growth and the restoration of their spiritual power.

Perhaps this is why religion tends to create a culture where people ‘expect’ to be externally guided, where there is one authority or perhaps several senior authorities.  This can be another encouragement towards dependency and perhaps a sense of being controlled and possibly misled.  This sometimes ‘triggers’ some people’s resistance towards anything that smacks of institutionalised religion.  Spirituality on the other hand,  tends towards the liberation of the individual from all external authority and the gradual re-emergence of self-mastery so that ones authority arises from within as a personal realisation of what is true.

Religion tends to indicate that this is in itself a trap that leads to many mistakes, all of which can be avoided if the words, beliefs and commandments of ‘others’ are obediently followed.  Spirituality tends to encourage this self-awakening indicating that if the individual is ‘earnest’ then they will recognise any mistakes and learn from them naturally.  Religion sometimes says this is the road to …not a very nice place!

By virtue of the cultivation of a ‘religious identity’, religion tends towards an exclusive outlook on life, an exclusive relationship to others, and a sense of exclusivity that tends to ‘separate’ from others.  Whereas spirituality tends towards an inclusive perspective, an equalising and an ‘all are one’ vision that unifies as opposed to separates.

Outside IN or Inside OUT

And while a ‘religious member’ tends to deny the validity of the beliefs and ways of other religions, the spiritual aspirant tends to accept and respect everyone’s ways and beliefs regardless of whether they agree with them or not.  Here is one of many areas where religion and spirituality do come together as many ‘religious people’ do tend to accept and respect the beliefs of others, even though they may not agree.

And so it is that an individuals ‘religious life’ can tend to be lived from ‘outside in’, tending towards ritual, costume, custom and tradition.  Whereas, by and large, the spiritual practitioner tends to live from ‘inside out’ as they seek to strip away their attachment to any old habits and all traditions so that they may restore a truer awareness of the self as the naked and free being within.

It is perhaps in such an inwardly naked state that the spiritual practitioner tends to believe (and seek to practice) that the mind can only be truly at peace, the intellect can only see with true clarity and the heart can only embrace ‘the other’ with the truest love. Perhaps that is the point at which spirituality becomes truly religious in its capacity to ‘openly and transparently connect’ with all life at all levels, including a direct personal connection to what is sometimes referred to as ‘the divine’.  Who knows…exactly?  Words seem inadequate!

Perhaps we can only know personally when we are ready to explore for our self, fearlessly and courageous, humbly and earnestly, that fork in the road that seems to split and offer a choice of religion or spirituality.  And perhaps we may discover there was no fork in reality, no split in actuality, simply us walking and waking, walking and waking, walking and waking!

Question: What does spirituality mean to you?

Reflection: What does it mean to be religious?

Action: Ask five people this week the above two questions and research the insights and opinions of others around you.

 

Líderes y atletas. ¿Alguna diferencia?

Por Esther Lobo, Coach Profesional Certificado

La presión a la que el entorno laboral y social nos somete, a algunos por mantener la competitividad y conseguir mejores resultados, a otros por mantener el puesto de trabajo, o conciliar las responsabilidades profesionales con las familiares o personales,  se traduce en un desgaste de energía diario enorme que si no se sabe manejar de forma adecuada conduce a un profundo agotamiento mental que ni el sueño, los fines de semana, o unas vacaciones son capaces de reparar.

Un gran esfuerzo continuado requiere de fuerza física y emocional, y también de una mente ágil.  Llevar la mente, el cuerpo y el espíritu al nivel más alto de funcionamiento significa que la gente que trabaja en entornos corporativos aprenda lo que los deportistas de élite saben dese hace tiempo:  tan importante como desplegar la energía es saber recuperarla a tiempo.

Mantener la conexión con nuestros valores y con quiénes somos, hace que podamos disponer y desplegar nuestra energía a su máxima potencia, y sentir también el tan deseado equilibrio entre nuestra vida personal y profesional. Cuando nos encontramos fuertes de energía en los niveles físico, emocional, mental y espiritual nuestro rendimiento es el propio de un atleta de alto rendimiento. Aquél que sabe que la gestión adecuada de su energía lo conducirá  a conseguir su objetivo más preciado.

Un atleta tiene claro que mejorar sus resultados y alcanzar nuevos retos implica incorporar  unos hábitos saludables y beneficiosos, practicar y mejorar su aprendizaje,  y contar con un entrenador que le guíe y apoye en su camino hacia alcanzar su meta.

Todos vemos como algo natural que un deportista que quiera progresar cuente con la ayuda de un Coach, un entrenador personal. Incluso en los gimnasios se valora y se busca la ayuda de un experto, un preparador personal, que nos ayude a ponernos en forma con seguridad, y en menor tiempo que si lo hiciéramos solos.

Si queremos progresar y avanzar en nuestras vidas como personas y profesionales destacados, qué nos lleva a pensar que no necesitamos un Coach que nos ayude a conectar con el líder que llevamos dentro, y  nos acompañe y facilite el camino de convertirnos en ese atleta que supera sus propias marcas y alcanza las metas que se propone.

 

A hacer puñetas con los lamentos

Por Jordi Vilà, Executive Coach

Ha llegado un momento en que me pregunto si sabemos hacer algo más que no sea quejarnos, en este país nuestro, aunque imagino que hay una minoría que sí, en tanto en cuanto están funcionando bien, buscando formulas creativas que unas veces funcionan y otras no y, cuando no, buscan otras, y otras, y otras, y así hasta que encuentran alguna que funciona.

Me recuerda un cuento que me contaban de pequeño, la de un niño que iba a por leche, se le rompía la botella llena y se quedaba llorando junto a ella, sin saber que hacer. El problema es que esto ocurre con adultos y no es un cuento o una leyenda urbana, si no la triste realidad.

Es cierto que las cosas están complicadas, es cierto que tenemos, no solo España, si no gran parte del mundo en general, una clase política que da….digamos que un cierto repelús, es cierto que muchos de los causantes de esta debacle deberían estar en la cárcel y todos sabemos que no la pisarán en su vida.

Dicho esto, ¿qué sacamos con llorar junto a la botella rota?, porque eso es lo que estamos haciendo en gran parte, atenazados por el miedo, un miedo que nos paraliza, que nos bloquea, que nos anula, y aquí es cuando llega el momento de reaccionar, de ir a por otra botella a la tienda y, si no tenemos dinero para pagarla, para buscar otra cosa con la que alimentarnos o para buscar otra forma en que compensar al tendero.

Hemos sido capaces de inventar el fuego, la rueda, la máquina de vapor, hemos descubierto parte del funcionamiento del cerebro, somos capaces de llegar a la luna, e incluso a Marte, de hacer una paella para chuparse los dedos y, por el contrario, parece que seamos incapaces de reaccionar, de cambiar nuestros hábitos, nuestras formas de pensar.

Me van a perdonar pero, en la primera estación de la Vida en la que pare mi tren, yo me bajo y ya continuarán ustedes solos; he fletado un autobús haciéndole un trueque a su propietario y hay sitio para todo el que quiera subir. Solo hay una condición, prohibidos los lamentos y bienvenidos los errores por intentar cosas diferentes, ¿vienes?

 

10 años de experiencia en finanzas corporativas y banca de inversión. Reflexiones de una economista

Por Eva Hernández, Lic. en Económicas y Executive Coach

Hablar de un nuevo paradigma laboral parece muy lejano para aquellos de nosotros que hemos experimentado o estamos inmersos en una cultura empresarial que poco ha evolucionado en los últimos años. Lamentablemente, en muchos entornos profesionales, todavía se valora la presencia sobre la productividad, los “politiqueos” de pasillo sobre la excelencia, y la estabilidad y el mantenimiento del “status quo” sobre las nuevas ideas. Muchas de nuestras empresas son todavía estructuras jerárquicas gestionadas en base a silos de poder y de información, en total contraste con una sociedad cada vez más abierta y flexible. Este tipo de organización redunda en empleados desmotivados e insatisfechos, y lo que es peor, en la pérdida de creatividad y de productividad del tejido empresarial y por tanto de nuestra sociedad en conjunto.

Una organización laboral más humana no sólo es posible, sino que es altamente necesaria en un entorno como el actual. No se trata de buscar culpables, sino de que cada uno de nosotros tomemos nuestra responsabilidad en cambiar las cosas. Aunque obvio, cabe recordar que las empresas están formadas por personas. Por tanto, sus patrones de comportamiento como instituciones vienen de las creencias y actitudes de aquellos que las integran, desde la cúpula de dirección hasta el último becario. Se me ocurren varios ejemplos de creencias que merecería la pena explorar y ver desde otra perspectiva.

  • El fin de la empresa es hacer dinero, no cuidar a sus empleados. Está claro que la empresa necesita conseguir un beneficio para asegurar su supervivencia. Lo que tiende a olvidarse es que su personal es uno de sus activos más importantes. Me resulta difícil de creer que una empresa capaz de despertar la creatividad y la pasión de sus trabajadores no pueda ofrecer productos y servicios de mayor excelencia a sus clientes.
  • Existe un conflicto entre los intereses del trabajador y el beneficio del accionista. Esta es la perspectiva tradicional no sólo del mercado, como bien aprendí en mis años de analista bursátil, sino también de los sindicatos. Unos y otros andan enzarzados en una trasnochada lucha de clases, cuando lo que hace falta es unirse, dialogar y trabajar por los intereses comunes. Fácil de describir, mucho más difícil en la práctica sin un cambio radical de perspectivas.
  • Hay que controlar al trabajador para que desarrolle sus funciones. Esta creencia viene posiblemente de la organización paternalista del pasado, cuando el empleado vendía su obediencia a la empresa a cambio de la estabilidad y la seguridad de un trabajo de por vida. Esto ya no funciona en un entorno de constante cambio, donde profesionales cada vez más formados (e informados) quieren ser responsables de su vida. Como muchos hemos experimentado, cuando confían en nosotros es cuando nos identificamos e implicamos en el proyecto y somos capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos.
  • Hay crisis y desempleo, poco se puede hacer para cambiar la situación. Es cierto quela situación económica es difícil, pero también es cierto que aún hay oportunidades. Como profesionales y ciudadanos, no podemos utilizar la crisis como la excusa para mantenernos anclados en nuestra zona de confort, en el “más vale lo malo conocido”. Es nuestra responsabilidad el invertir en nuestro crecimiento y nada puede impedirnos el soñar en acercarnos a nuestro trabajo u ocupación ideal. Con la debida cautela, aún podemos ser valientes y arriesgarnos.

En resumen, necesitamos una empresa que vea a los empleados como personas humanas, no como recursos. En una organización así, cabrían estructuras más planas, mayor difusión de la información, una comunicación más abierta, y mayor flexibilidad y conciliación laboral (España está por detrás de la mayor parte de países desarrollados en cuanto a flexibilidad de horarios y teletrabajo, yo misma puedo dar fe de ello). Para que ello se produzca, necesitamos trabajadores responsables, más seguros de sí mismos y con un poco menos de aversión al riesgo, dispuestos a soñar y a creer que es posible un trabajo que les apasione y dé sentido, no sólo un sueldo a fin de mes.

Una crisis es ante todo una oportunidad de cambio y de mejora. No es en el boom, sino en los momentos complicados donde se diferencia la excelencia de la mediocridad. Similar a lo que ocurre a nivel individual, evolucionar a nivel de sociedad requiere un cambio de consciencia por parte de nuestras instituciones, en este caso la empresa. Ello no será posible sin que cada uno de nosotros tomemos nuestra responsabilidad en esa transformación. No se trata de buscar culpables, sino de contribuir, y como decía Gandhi, de “ser el cambio que queremos ver en el mundo”.