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Innovation at Real Time

La Creatividad es la habilidad que nos permite huir del pensamiento tradicional y generar nuevas ideas para lograr resultados mejores en nuestra organización” (Clara Kluk, Team Leader de la American Creativity Association y de la Creativity European Association).

En ocasiones tenemos buenas ideas que por miedo no ponemos en práctica, otras veces no nos permitimos cuestionar reglas ya establecidas o la forma habitual en la que nos comportamos, y casi siempre seguimos las líneas diseñadas porque nos resulta más fácil y cómodo seguir actuando de la misma manera.

Este programa permite construir una cultura de innovación de la que se impregne toda la organización. A través de los diferentes pasos que propone, abre un rico abanico de posibilidades para identificar las áreas en las que es prioritaria la innovación (ya sea en procesos, producto o relaciones), romper las reglas establecidas o el “siempre se ha hecho así”, redescubrir la creatividad natural de las personas de la misma y transformar los problemas en retos a solucionar.

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Creando una plataforma de innovación a partir del Augere Real Time Innovation Process

Por Luis Ezcurra, Innovation & Business Development Director y Socio de Augere

En la convención mundial de Directivos de Motorola del año 2001, Chris Galvin, Presidente de la compañía en su momento de mayor auge, dijo que “Innovación sin ejecución es alucinación”. Y es que, en muchas ocasiones, se confunde la innovación con la creatividad. Una compañía no puede vivir sólo de la creatividad, pero tampoco puede vivir sin la innovación. Innovar es hacer otras cosas o hacer las mismas cosas de otra manera. En  los dos casos, el verbo hacer está presente.  Para innovar hay que poner en práctica lo que se crea. Innovación es el proceso de transformar la imaginación en algo útil.

Poner en marcha una cultura de innovación en una organización es sencillo y no precisa grandes recursos. Requiere la disciplina de cumplimento de unas pocas reglas y está al alcance de cualquier empresa.

Hay dos creencias limitantes que suelen obstaculizar la cultura de innovación: la primera es que está estrechamente relacionada con la tecnología. Esto no es cierto. El desarrollo de la tecnología es consecuencia de la innovación, pero no es una condición sine qua non para que ésta se produzca. La segunda es que la innovación parte de la creatividad. Tampoco es cierto: la innovación empieza con un análisis acertado de la situación, con la identificación precisa del problema que hay que resolver o, mejor aún, con la articulación muy clara de la visión a la que se quiere llegar.

Los procesos de innovación tienen tres fases claramente diferenciadas

Fase de identificación y diagnóstico: en esta fase, la energía se enfoca en identificar el problema o en describir la visión de cómo queremos cambiar la realidad actual. En el despliegue de esta fase es esencial que se pongan en juego tres modelos de pensamiento diferentes: el pensamiento visionario, que permite articular la visión que representa lo que queremos alcanzar;  el pensamiento diagnóstico, que debe centrarse en identificar el problema real que hay que resolver y el pensamiento estratégico que debe iluminar los posibles caminos que hay que recorrer hasta llegar a la visión o resolver el problema.

Fase de Resolución: En esta fase se encuentran las posibles rutas para llegar a la visión o resolver el problema. Para tener éxito, se pondrán en juego dos habilidades de pensamiento diferente: el pensamiento creativo, que permitirá generar multitud de ideas y el pensamiento evaluativo, que será clave para seleccionar de entre ellas aquellas que realmente son rupturistas y suponen un atajo hacia la solución.

Fase de Implantación: aquí es donde las ideas se convierten en realidades. En esta fase suceden las cosas y para ello hacen falta otras dos habilidades de pensamiento diferentes: el pensamiento contextual: es necesario que alguien pueda liderar la “venta interna” de la solución y negocie con el resto de la organización el modelo de implantación. Por último, hace falta una buena dosis de pensamiento táctico que permita evaluar el impacto en la implantación, planifique los medios y se asegure de que se dan los pasos necesarios.

La estructura final del proceso quedaría como sigue:

 

 

Para poder desplegar todo el proceso, las organizaciones tienen que seleccionar a un grupo de “agentes del cambio” en el que debe darse un adecuado equilibrio de estos 7 estilos diferentes de pensamiento de manera que, en cada fase del proceso, se puedan poner en juego los atributos necesarios. La selección de este equipo de impulso es esencial y conviene hacerla desde un proceso de evaluación de capacidades que asegure que todo el equipo cuenta, en su conjunto, con las dosis correctas de las 7 cualidades.

Las reglas del éxito de implantación de un proceso de innovación

Regla número 1: deben respetarse todas las fases del proceso.
Generalmente, las empresas comienzan el proceso de innovación directamente en la fase de creatividad, no identificando con precisión el problema que quieren resolver o la visión a donde quieren llegar.

Regla número 2: respetar el equilibrio de cualidades en el equipo motor del cambio.
No deberá comprometerse el proceso como consecuencia de excesiva flexibilidad en la asignación de los roles. Los agentes de cambio deberán, en su conjunto, desplegar las cualidades necesarias para que el proceso de innovación progrese. No se admitirán miembros que no dispongan de la autoridad (no necesariamente de rango) necesaria.

Regla número 3: Mantener el proceso libre de crítica o juicio hasta la fase de evaluación.
Esta regla ha de ser inflexible: hasta el proceso de evaluación, las ideas no podrán ser juzgadas o criticadas, porque pueden ser válidas o, mucho mejor, pueden ser desencadenantes de las ideas que son realmente buenas.

Regla número 4: Implantar el proceso con situaciones reales.
La mejor manera de que la cultura se establezca es poner en marcha el proceso con retos reales, con problemas de verdad. Las personas involucradas aprenderán mientras ponen en marcha soluciones a problemas reales o descubren la forma de alcanzar un objetivo.

Regla número 5: Crear una plataforma de innovación permanente.
Cuando se implanta un modelo de innovación es imprescindible que la cultura se extienda por toda la organización. Tradicionalmente, se lanzan concursos de ideas a los que suelen acudir casi siempre las mismas personas que son las que tienen necesidad de aportar su contribución al éxito a través de su creatividad. Las plataformas tecnológicas nos permite extender el ámbito a toda la organización y, a través de un proceso de gamificación, asegurar la participación continuada de todas las partes de la organización y crear una comunidad interna que comparte ideas para resolver los retos reales en la que todos pueden aportar sus comentarios.

La plataforma de innovación sostenible

La forma de asegurar que la cultura de innovación queda integrada para siempre en la organización es convertir el proceso de innovación en algo que forme parte de su vida cotidiana. Antes decíamos que la innovación se aprende innovando, resolviendo problemas o creando rutas para llegar hasta la visión. Pero no siempre se producen las situaciones en las que los líderes de la empresa trasladan el reto o plantean la búsqueda de soluciones a un problema dado.

De todas maneras, es necesario mantener el calor del proceso innovador. Para ello se emplean plataformas de innovación sobre las que las personas que pertenecen a una organización pueden lanzar sus ideas e invitar a los demás a que las comenten. La plataforma funciona como un juego de bolsa, en el que las personas “apuestan” por una idea invirtiendo fondos virtuales. Los que contribuyen al crecimiento y mejora de las ideas obtendrán un mayor retorno que se puede traducir en diferentes beneficios para los participantes.

Al final del juego, las ideas que reciben más respaldo se “revalorizan” de forma automática y se pueden premiar de diferentes maneras. Una plataforma así permite que todos participen, aporten sus comentarios y declaren sus simpatías o interés por todo tipo de ideas y mantiene el proceso de innovación vivo de forma sostenible.

Protocepto

Por Fernando Notaro/ Executive Coach, ACC

“A pesar del sistema educativo, seguimos siendo creativos”, enuncia Clara Kluk, experta en entrenamiento creativo y responsable desde hace varios años de toda la estrategia de cambio de cultura e innovación en Coca-Cola Company. Luego de haber tenido el privilegio de asistir a un taller de dos jornadas con Clara, puedo afirmar que algunos mitos y verdades sobre la creatividad quedan muy claros, valga la redundancia…

Una de esas verdades no siempre expresadas, es que la gran creatividad no equivale a tener muchas ideas, ni siquiera buenas ideas. La auténtica creatividad consiste en detectar y descubrir cuál es el (verdadero) problema y a partir de allí transformarlo en ideas que aporten soluciones.

El tema es que cuando identificamos un problema, en general no se trata de ‘el problema’. Si digo que necesito un taladro con una broca de 10mm, en realidad lo que necesito es un agujero de 10mm.

Los problemas van asociados a una necesidad, que surge de la diferencia entre una realidad que tenemos y una que queremos. Esa ‘distancia’ representa la magnitud del problema y de allí los posibles caminos que tenemos para acercar ambas realidades, la actual y la deseada. La clave por tanto es identificar cuál es la necesidad y de allí, la determinación del problema o los problemas conexos.

Asociamos en general creatividad con lluvia de ideas (brainstorming), trabajar con muñequitos, plastilina o ir al medio del campo o la playa para inspirarnos. Según Clara, esto es una parte muy poco representativa del proceso creativo. Lo importante es precisamente eso: el proceso. Un desarrollo que en realidad es muy racional y que requiere de mucho esfuerzo y perseverancia. ¡La creatividad implica un gran trabajo!

Para los grandes creadores, esto no es nuevo. Ya lo manifestaba Picasso en su famosa frase: “cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando” o las tan referidas a la proporción entre transpiración e inspiración de varios autores.

Precisamente, la creatividad mayor no proviene del arte, sino de la ciencia y el ámbito militar, donde más protocolos, rigurosidad y disciplina metodológica existen. Y donde esa creatividad genera más impacto y se implementa, esto es, se convierte en innovación.

En este punto, conviene señalar la diferencia entre creatividad e innovación, conceptos que muchas veces se utilizan indistintamente y se confunden.

La creatividad es la facultad de crear, esto es, de introducir por vez primera algo, de dar una nueva respuesta, de hacer algo diferente. Capacidad que todos tenemos y que se manifiesta con mayor naturalidad de pequeños (como casi todas nuestras capacidades). La innovación por su parte, es la aplicación de esas nuevas ideas, conceptos o productos. Es la concreción tangible y sobre todo, apreciable por otra persona o personas. Si no hay apreciación de valor, no es innovación. Es el receptor de esa innovación el que tiene el poder de juzgarla y definirla como portadora –o no- de valor diferencial.

Leonardo Da Vinci fue una de las personas más creativas y visionarias en la historia de la humanidad, pero no fue innovador: sus creaciones y visiones no se concretaron ni fueron apreciadas y tampoco tuvieron impacto en el momento en que vivió. Thomas Edison sí lo fue.

Es verdad que para fomentar la creatividad es necesario un determinado clima y factores que puedan ayudar a aflorarla, en especial los que contribuyan a combatir la rutina y la ausencia de experimentación, los grandes enemigos de la creatividad. Pero no la ausencia de reglas o procesos. Muy por el contrario, para hacer una buena lluvia de ideas por ejemplo, se necesita de reglas claras, en especial de dos: i) diferir el juicio sobre las ideas generadas y ii) cuanto más ‘disparatadas’ y en mayor cantidad, mejor. La regla es que no hay regla para proponer una idea. A partir de allí deberá haber otro proceso para converger las ideas, analizar soluciones y generar un plan de acción. En definitiva: seguir trabajando.

En el proceso creativo todo tiene su momento. También para equivocarse.

No pocas veces escuchamos decir que las organizaciones más innovadoras y con más éxito son aquellas que permiten a sus miembros equivocarse, en otras palabras, que “el error es una perla”. Ojo. Puede existir la tentación hacia el facilismo de que el error es bienvenido siempre y esto puede acarrear un gran coste.

Lo pertinente es cuándo se puede cometer el error y la magnitud de la consecuencia.

Por ejemplo, a la hora de sacar un nuevo producto, la tendencia ha sido tradicionalmente la de planificar, planificar y planificar, invirtiendo mucho tiempo y recursos de modo de minimizar el error a la hora del lanzamiento final. Un tropezón a esa altura sería muy caro.

En la actualidad regida por la volatilidad, la incertidumbre y la complejidad, la estrategia concebida como planificación y previsión, ha cobrado otro sentido. Muy contrariamente a la estrategia anterior, las empresas punteras en innovación prueban sus ideas cuando aún están muy verdes, refinándolas en pequeños saltos incrementales, minimizando el daño por el error y contrastando cada avance. Este proceso ha da lugar a un nuevo término: el protocepto, esto es un prototipo que se mueve en el plano de la idea, del concepto y se testea como tal.

Autores de vanguardia como Tom Peters definen este concepto en una frase: “Falla pronto, aprende pronto y repáralo pronto”. Lo complicado en todo caso no es fallar pronto, sino las otras dos fases, la de aprender rápido  y sobre todo el solucionarlo rápido.

En otras palabras: falla pronto y falla bien.

Algo que no siempre estamos dispuestos a aceptar, ¿o si?

 

Entrevista a Clara Kluk, experta en desarrollo de habilidades creativas

“La materia prima de la creatividad es la innovación”

Clara Kluk es miembro fundador del Grupo Piensa, firma consultora de la Ciudad de México, especializada en desarrollo organizacional, entrenamiento creativo e innovación.

Ponente reconocida internacionalmente en el Área de Innovación y Liderazgo para el Cambio, Clara Kluk también es Team Leader de la American Creativity Association y de la Creativity European Association. Clara Kluk fue premiada en 2011 con el International Creative Studies Achievement Award del Centro de Estudios Internacionales de Creatividad (Universidades de Standford, Harvard y Búfalo de Estados Unidos).

Kluk imparte seminarios de creatividad e innovación en Augere. En otoño ofrecerá un taller de desarrollo de habilidades creativas.

El trabajo de Clara se centra en potenciar la creatividad en las organizaciones y para las personas. ¿Qué significa para ti el concepto de creatividad?

Es un regalo de Dios al hombre: la parte divina del hombre. Es un proceso dinámico en el que se nos ocurre una idea que genera valor. En definitiva, es pensar distinto.

¿Todos desarrollamos nuestra creatividad de la misma manera?

Todos nacemos creativos pero nacemos con preferencias para solucionar creativamente problemas. Hay quien prefiere clarificar los problemas, quien prefiere generar ideas, quien prefiere desarrollar soluciones y quien profiere implementar. Por ello se busca actualmente trabajar para resolver problemas en equipos ya que dos personas piensan más que una.

¿Crees que hay diferencias entre la manera de potenciar la creatividad en función del país?

Creo que un facilitador debe de ser sensible a las diferencias culturales que cambian de país a país. Por ejemplo en México no existe la traducción exacta de la palabra en inglés “accountability”, por lo que tampoco existe el concepto. Esencialmente las cuatro preferencias son universales, de la misma manera que el proceso para solucionar problemas también es universal. Pero el enfoque, las herramientas y las técnicas cambian de país a país.

Tus seminarios también relacionan creatividad con innovación. ¿De qué manera se unen estos dos conceptos?

La materia prima de la creatividad es la imaginación y en la innovación es el conocimiento. Sin ideas no logras innovación, pero si no implementas no eres creativo.

¿Qué técnicas usas en tus talleres?

Creo profundamente en la metodología que aprendí en mi maestría en Buffalo (Estados Unidos): la solución creativa de problemas. Aunque es verdad que después de tantos años de experiencia mis talleres son eclécticos, con herramientas de todas partes y metodologías mezcladas. Pero el objetivo es el mismo: llevar a los participantes a tener resultados. Me parece que se ha pecado en el mundo hispano de hacer creer que la creatividad está relacionada solamente con el juego y sin metodología no se consiguen resultados. Eso frustra mucho a las personas y a las organizaciones porque no se puede aplicar. Por ello trabajo en contexto y con problemas reales de las organizaciones para resolverlos.

¿Cuál es el objetivo final de potenciar la creatividad y la innovación?

Desarrollar la creatividad como una competencia que permite devolver a la persona la iniciativa, la adaptabilidad, la originalidad y el aportar innovación para hacer de la organización de trabajo una entidad más rentable y humana y del mundo un lugar más habitable. Tomar decisiones cruciales hasta para ser feliz.

Es importante ampliar en el participante sus estrategias de solución de problemas con acciones precisas y concretas, aportar valor al desarrollar en él su flexibilidad, imaginación, originalidad, libertad interior, perseverancia, intuición y capacidad de correr riesgos. También es necesario reconocer la creatividad como una herramienta de comportamiento y de actitud fundamental en la metodología de la invención de nuevos productos y servicios.

En otoño impartirás en Augere un taller sobre cómo romper con las reglas establecidas. ¿En qué consistirá?

La idea es precisamente trasmitir la metodología de “Solución Creativa de Problemas” con aplicación inmediata.

¿Qué podrán aprender los participantes al taller?

A solucionar problemas de manera creativa y facilitar a otros la solución creativa de problemas, a hacerlo de forma deliberada y tantas veces como necesiten.