La cuarta revolución industrial, esta en la que estamos inmersos y que de manera creciente irá incorporando la inteligencia artificial, la robotización y automatización de todo tipo de procesos en todos los ámbitos de nuestras vidas, viene a poner, también, una cuestión sobre la mesa: ¿cuál es el sentido del trabajo?
El concepto de trabajo va a cambiar sin ninguna duda. Ya lo está haciendo, como hemos visto en estos últimos meses, abrazando nuevas formas de organizarlo y desempeñarlo como nunca antes habíamos visto. El teletrabajo se ha aceptado como una necesidad. “A la fuerza ahorcan” dice el refrán y todas aquellas empresas que sostenían una cultura presencialista se han visto en la necesidad de modificar su forma de trabajar de la noche a la mañana, enviando a sus personas a casa, a teletrabajar.
Sí, la sociedad reclama modelos laborales mucho más acordes con los valores vigentes. Ello supone asumir mayor coresponsabilidad, cuotas de libertad, flexibilidad y conciliación… Por supuesto, no todo es perfecto, y ahora tocará aprender a teletrabajar no solo para ser más productivos, como se ha demostrado, sino también para ser más eficientes. Es decir, incorporar el teletrabajo como un elemento más en nuestras vidas en equilibrio ecológico con el resto de las facetas y roles que desempeñamos en nuestro día a día.
El trabajo del futuro se dividirá en dos grandes tipologías: la primera, la de baja cualificación, sistematizable, automatizable y donde será fácil sustituir al ser humano por un algoritmo o por un robot. La segunda, la que requiera de una alta cualificación o de cualidades inherentes al ser humano.
Pero el teletrabajo solo es un componente más de un puzle mucho más complejo y que todavía no somos capaces de ver en su conjunto. Incluso se podría considerar como una distorsión en el debate de fondo, mucho más importante, sobre cómo será el trabajo del futuro.
El concepto mismo del trabajo cambiará radicalmente en la próxima década. No habrá trabajo para todos, vayamos haciéndonos a la idea. Al menos no como lo conocemos hoy. Parte de este trabajo vendrá resuelto por algoritmos y realizado automáticamente o ejecutado por robots. Habrá una clara distinción entre aquello que puede automatizarse y aquello que solo podrá ser realizado por el ser humano. Se abre ante nosotros un cambio de época apasionante, como otros a lo largo de la historia que han supuesto un giro radical en el curso de los acontecimientos. Si miramos hacia atrás, en esos cambios disruptivos podemos observar que:
- Todo cambio trae un avance positivo para el conjunto de la sociedad, aunque en el momento pueda percibirse como una amenaza sobre las estructuras existentes.
- Genera un desequilibrio sobre el statu quo existente en el que se abre una brecha por la que unos salen favorecidos antes que otros, inicialmente perjudicados en apariencia, por lo que se requieren mecanismos de ajuste que permitan cuidar a los más desfavorecidos y cerrar la brecha. Una renovación del contrato social.
- Supone redefinir conceptos arraigados para desprenderse de la piel, como hacen algunos animales, para renovarse y adoptar un nuevo tamaño acorde con su nueva situación.
Parece que el trabajo del futuro se dividirá en dos grandes tipologías: la primera, la de baja cualificación, sistematizable, automatizable y donde será fácil sustituir al ser humano por un algoritmo o por un robot. La segunda, la que requiera de una alta cualificación o de cualidades inherentes al ser humano (como la creatividad, el pensamiento crítico o el liderazgo). Una gran brecha que llevará a millones de trabajadores a formarse para realizar trabajos de mayor cualificación o que se desvincularán definitivamente del mundo laboral como hoy lo conocemos.
Se abren debates tan importantes como el del salario universal, el nuevo sentido del trabajo o del empleo en nuestra sociedad o la manera de garantizar un estado de bienestar, entre otros.
Las preguntas que se nos abren son numerosas:
Hasta ahora, concebimos el trabajo como la forma de sostenimiento vital desde la responsabilidad individual. En el nuevo escenario, ¿cómo garantizará la sociedad el sostenimiento de aquellos, la mayoría, que no dispongan de un trabajo como lo conocemos hoy?
Hasta ahora, una minoría de personas trabajadoras desempleadas, a las que se sumaban aquellas que ya habían superado su etapa laboral, eran mantenidas por los sistemas públicos de protección social y de pensiones, pero ¿cómo podrá mantener su viabilidad el sistema de protección y bienestar con una minoría de personas trabajando?
Hasta ahora, el trabajo era considerado socialmente como una manera, aunque no la única sí muy importante, de realización personal, de crecimiento y desarrollo así como de progresión social. Cuando la mayoría de las personas no dispongan de trabajo, como lo conocemos hoy, ¿en qué resortes sostendrán su realización como seres humanos en sociedad?
Hasta ahora, el trabajo posibilitó desarrollar una clase media con una importante capacidad de consumo, motor de la economía y de la “paz o equilibrio social”. En un escenario cada vez más polarizado entre quienes tengan trabajo y los que no, entre unos cada vez más ricos y otros cada vez más pobres ¿cómo será posible mantener ese equilibrio social y de garantizar la actividad económica a través de la capacidad de consumo de la sociedad?
Es posible que resulte más o menos fácil poner negro sobre blanco algunas de estas preguntas, pero menos parece que lo sea activar las conversaciones serenas y visionarias para abordar un futuro emergente que nos alcanza, si no lo ha hecho ya. Aquí se abren debates tan importantes como el del salario universal, que antes o después se convertirá en el gran debate de la sociedad. O la reflexión profunda sobre el nuevo sentido del trabajo o del empleo en nuestra sociedad. Debates como la manera de garantizar un estado de bienestar que nos ha traído paz y prosperidad desde la Segunda Guerra Mundial y redefinirlo para hacerlo viable en un escenario radicalmente diferente, entre otros.
Abordar estos y otros debates conlleva algo que nos resulta muy difícil a los seres humanos. Supone aparcar nuestro sistema de creencias, nuestra visión limitada, nuestras estructuras mentales cristalizadas en muchos casos. Requiere abrirse a nuevas posibilidades, enfrentarse al folio en blanco desde la premisa de que todo es posible, de que es una gran oportunidad en la que todas las opciones están abiertas y al alcance de la mano… Requiere hacer un reset, para reinventarnos, reinventar el trabajo, tal cual lo entendemos hoy… reinventar nuestra sociedad.
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