“La empresas son un reflejo de nuestra sociedad”, me dijo un día el consejero delegado de una importante empresa española. Y es cierto, la empresa es un espejo de la madurez del grupo humano que la forma, miembros, en definitiva de esa sociedad en la que se ubica, con sus estilos de vida, aspiraciones, deseos y necesidades, en constante evolución.
Para ser más efectivos en el actual contexto socio económico, los líderes empresariales ya no son “jefes”, sino personas comprometidas en crear organizaciones a las que las personas deseen pertenecer. Más que poder, el verdadero liderazgo es el resultado de la influencia, congruencia e integridad. Implica el manejo de relaciones, interactuar y comunicar dentro de una organización, para movilizar a sus miembros hacia una visión de un futuro en el que existe recompensa para todos.
Para responder a ello, el directivo ha de ser capaz de conocerse a sí mismo, expresar una visión, influenciar a otras personas para que quieran conseguir resultados, apoyar la cooperación entre equipos y ser ejemplo. A este directivo lo llamamos líder & coach, una manera de entender el rol del directivo que demuestra su éxito al poner su foco en una doble perspectiva: conseguir buenos resultados de negocio y desarrollar a sus colaboradores.
Cómo líder & coach, el directivo trata de:
- Crear las condiciones más apropiadas en entornos cada vez más cambiantes y guiar a los colaboradores para que consigan sus objetivos.
- Clarificar qué es lo que se espera de ellos y de qué manera han de realizarlo, entrenando los comportamientos más adecuados para optimizar el desempeño, a través de un feedback constante, que no sólo se enfoque a la tarea, sino también en cuidar de la relación.
- Desarrollar actitudes y nuevas estrategias que les permitan “aprender a aprender” constantemente y potenciar habilidades y aptitudes que faciliten su adaptación a esos entornos y situaciones cambiantes.
- Conocer al colaborador, lo que es importante para él y estimular aquellos valores que contribuyan a potenciar su éxito, tratando de eliminar presuposiciones que le limitan en su desempeño.
- Reconocer la individualidad de cada persona, su esencia y talentos singulares y apadrinar su crecimiento personal y profesional, de tal manera que ésta descubra todo su potencial y lo ponga al servicio de una misión común como equipo u organización.
- Dibujar y ayudar al colaborador a descubrir un propósito que trascienda del propio individuo y se traslade al nivel del equipo, organización y sociedad, respondiendo a las preguntas de para qué o para quién hacemos lo que hacemos y con quién más lo compartimos.