Los cuatro artículos anteriores han tratado a fondo sobre los atributos del liderazgo. Desde el principio hemos partido de que el líder nace y se hace: nace porque los atributos que le definen como líder ya forman parte de su ser desde su nacimiento y se hace porque a lo largo de su vida puede ejercitar las cualidades. Todos contamos con capacidades suficientes para el ejercicio del liderazgo, pero todos debemos ejercitarlas y desarrollarlas para que sean eficaces en el contexto en el que se desplieguen. El contexto es el que determina cuáles son las cualidades que se han de poner en juego: no es lo mismo ser líder en un equipo comercial de un sector industrial muy maduro que liderar a un equipo de salvamento especializado en catástrofes. La misma persona no podría ejercer igual influencia en ambos casos.
Si tomamos los atributos que se describen en los cuatro artículos anteriores y entresacamos de la redacción todas las características que se ponen en juego en el ejercicio del liderazgo nos encontramos con una lista de unos sesenta conceptos. Algunos de ellos se describen como una cualidad mediante un sustantivo: innovación, resistencia, humildad, carácter, empatía, etc. Estos son atributos que corresponden al ser del líder y también se describen muy bien utilizando el verbo ser y el adjetivo correspondiente: ser innovador, ser resistente, ser empático, ser íntegro…
Vuelvo a insistir sobre la idea de que todos contamos con estas cualidades. Hay que dejar que salgan de nosotros, que rompan las capas de resistencia que hemos ido creando por encima de ellas con el paso de los años y para eso nos tenemos que dar permiso para que nuestra parte innovadora, nuestra parte humilde, nuestra parte generosa, nuestra parte íntegra sobresalga.
Hay otra serie de atributos que se definen con verbos de acción: articular la visión, comunicar, creer en los demás, construir, confiar… Estos atributos se refieren al “hacer” del líder. Son capacidades que no emergen de la esencia sino que se ponen en juego a través de la acción. Tienen que formar parte del ejercicio del liderazgo y están muy relacionados con el contexto.
Estas capacidades se aprenden y se ejercitan en cada una de las oportunidades. Pueden ser modeladas y muchas veces existen técnicas y métodos para desarrollarlas. Por eso siempre digo que el liderazgo no es un estado, sino una experiencia y es aquí donde la relación con el contexto es muy fuerte: si el líder ha articulado la visión de alcanzar un objetivo comercial concreto y conoce la distancia que hay entre el presente y el objetivo, despliega planes de acción en los que pone en juego estas capacidades, no sólo para sí mismo, sino también para todo el equipo que le sigue.
El modelo de desarrollo de las capacidades del hacer no es tanto permitirse, como en el caso de las cualidades del ser, sino entrenarse: hacer de ellas un hábito. Por eso el coaching es la herramienta adecuada para el desarrollo del líder: actúa sobre las fuerzas que permiten aflorar las capacidades del ser y convierte en hábito las cualidades del hacer que intervienen en el ejercicio del liderazgo.
La actividad del coaching está ligada entonces al contexto y va encaminada al logro que representa alcanzar la visión. El coaching se convierte en la herramienta más eficaz para que el líder y sus seguidores puedan cumplir su misión.