Vivimos en una sociedad con tantas normas, juicios y creencias que vamos por la vida utilizando las caretas que más nos “sirven” para sentirnos aceptados, valorados o seguros. No nos damos cuenta del precio que terminamos pagando al negar nuestra esencia, nuestro ser más genuino. Ni tampoco somos conscientes de lo maravilloso que podemos crear, del impacto que podemos generar cuando simplemente nos permitimos ser nosotros mismos.
“La mentira más común es la que nos contamos a nosotros mismos”. (Friedrich Nietzsche)
A medida que vamos creciendo vamos creando nuestro propio personaje, creyendo que es el que le agradará a los demás, el que nos hará triunfar en el trabajo, el que será amado, respetado. Lo vamos construyendo con pequeñas experiencias que nos van reafirmando en la vida que ciertos aspectos del personaje funcionan mejor que otros. No tomamos consciencia que este personaje nos termina consumiendo. Nos condenamos y encerramos en nuestra propia cárcel desconectando cada vez más de quién verdaderamente somos.
No nos damos cuenta de la energía que consumimos en sostener algo que no somos, cuando podríamos simplemente ocupar esa energía en potenciar lo que nos es nuestro, único y genuino.
Cuando lideramos desde la autenticidad, desde lo natural, liberamos energía creativa, espontánea, generando un impacto atractivo y potente sobre los demás. Y a su vez invitamos a los demás a permitirse ser auténticos.
Comparto este cuento zen deseando que te des permiso de mirarte con otros ojos en el espejo.
Era una tigresa que estaba en muy avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de abalanzarse contra los rebaños de ovejas. Pero en una de esas ocasiones alumbró un precioso cachorro y no logró sobrevivir al parto.
El cachorrito fue recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar. Su balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las otras, su temperamento era como el de las demás y sus compañeras y compañeros estaban muy satisfechos con la oveja-tigre. Y así fue discurriendo el tiempo. La oveja-tigre era mansa y delicada.
Una mañana clara y soleada, la oveja-tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja-tigre, extasiada en el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó la cabeza y vio al animal, exhaló un grito de terror. Comenzó a balar desesperadamente.
– Cálmate, muchachito – le apaciguó el tigre.
– No voy a hacerte nada.
– Al fin y al cabo somos de la misma familia
– ¿De las misma familia? – replicó sorprendido el cachorro.
– Yo no soy de tu familia, ¿Qué dices?
– Soy una oveja.
– Anda, acompáñame – dijo el tigre.
El tigre-oveja le siguió. Llegaron a un lago de aguas maravillosamente tranquilas y despejadas.
– Mírate en las aguas del lago – dijo el tigre al cachorro.
El tigre-oveja se miró en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus hermanas las ovejas.
– Mírame a mí.
– Mírate a ti y mírame a mí.
– Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales?
– Tú no eres una oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se puso a balar.
– No bales – le reprendió el tigre, y a continuación le ordenó ruge.
Pero el tigre-oveja siguió balando y en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que no era una oveja, siguió pastando. Pero unos días después el tigre le trajo un trozo de carne cruda y le invitó a que lo comiera. En el mismo momento en que el tigre-oveja probó la carne cruda, tuvo consciencia de su verdadera identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida propia de un tigre.
Cuando te miras en el espejo, ¿qué ves?
¿Qué necesitas aceptar para dar libertad a la expresión más auténtica de ti mismo?
Te mentiría si te dijera que es un camino fácil, pero vale la pena intentarlo.
ATREVETE A SER EL TIGRE QUE LLEVAS DENTRO