¿El líder nace o se hace?

Por Luis Ezcurra, Executive Coach y Partner de Augere

A todos mis alumnos del Programa de eLiderazgo les hago la pregunta cuando estamos a punto de definir qué es el liderazgo y siempre obtengo una clara división entre los que dicen que se nace y los que dice que se hace. Pero también suele haber alguien que opina que las dos cosas son ciertas. En ese momento saco una bellota que llevo en el bolsillo y les pregunto ¿Qué es esto? Normalmente aciertan, claro, y les sorprende oír que suelto un ¡NOOO! muy fuerte. “Es algo más” – les digo – “esto es una preciosa encina, con sus ramas, sus raíces, su tronco fuerte y sus hojas verdes. Todo está ya aquí dentro, sólo hay que meterla en la tierra, regarla y que le dé la luz. Es decir: ¡sólo hace falta que la cultivemos!”

Preferimos pensar que el líder se hace porque si no, sería como el arte o como un don, que se tiene o no se tiene y nos parece que si descubrimos que no tenemos ese don, ya no tenemos nada que hacer en el mundo del liderazgo. También es cierto que no es necesario ser un líder para tener éxito en la vida. A veces hacen falta líderes para conducir a los demás a través de grandes (o pequeñas) transformaciones, pero también hace falta gente que gestione los procesos con precisión y meticulosidad. Cada vez más se asume que al lado de un buen líder hace falta un buen gestor.

Es verdad que hay que nacer líder, pero la buena noticia es que todos tenemos muchos de los atributos necesarios para convertirnos en líderes. Sólo hace falta desarrollarlos. Theodore Roosevelt era un gran aficionado al boxeo y decía que los campeones no se forjan en el “ring”, sino en el gimnasio. De igual manera, el liderazgo se puede desarrollar ejercitando los atributos que se necesitan. La lista es larga pero nos podemos consolar pensando que solamente una ínfima proporción de los seres humanos es capaz de ser excelente en todos y cada uno de ellos. Por eso, es suficiente con que encontremos cuál es la combinación que se da en nuestro perfil y nos dediquemos a desarrollarla.

El coaching es para el liderazgo como los esteroides para la musculatura: potencia su desarrollo con el ejercicio habitual. El líder puede obtener de su coach una ayuda esencial para identificar cual es la meta, la visión trasformadora que ha de articular para que sus seguidores la persigan. También le ayudará a determinar el estado actual de sus recursos y los caminos que puede seguir en su viaje hacia la visión. Juntos podrán comprender cuales son las fuerzas que le empujan hacia ella y las que le retienen, para diseñar el plan de acción y cerrar un compromiso.

El coach puede trabajar con el líder de forma muy parecida a como lo hacen los entrenadores personales y le ayudará a diseñar un programa de ejercicios orientado a desarrollar las capacidades que realmente quiere poner en juego en su misión de conducir a los demás. Siempre sobre la base de conocer muy bien cuales son las fortalezas, los valores y los sueños del líder para utilizar esta energía de forma muy eficaz en el proceso de transformación y también los saboteadores, los miedos, las debilidades y creencias que pueden actuar como frenos en su desarrollo. Ambos podrán identificar entonces cuáles son los atributos de liderazgo que resuenan con sus valores y fortalezas y juntos encontrarán la mejor manera de desarrollarlos.

Un liderazgo forjado de esta manera se reconoce como auténtico y atrae a los seguidores hacia la visión generando un clima de seguridad y confianza duraderas.